Viva Valencia

Arte y Gastronomía. El bodegón recuperado

Exposición

La serie que se expone en el IVAM recupera algunas de las maravillosas creaciones de Ferran Adrià en El Bulli, así como también piezas del genial Paco Torreblanca y de su hijo Jacob, platos de Sergi Arola también, y del Celler de Can Roca, del sensacional Dos Palillos del barrio viejo de Barcelona, del Miramar de Llançà o de las curiosas miniverduras que produce la familia Sales en su maison de Perpignan. Una constelación de estrellas Michelin le arropa y es, seguro, el único fotógrafo que ha trabajado para dos restaurantes considerados por la prestigiosa revista Restaurant como los mejores del mundo: El Bulli y El Celler de Can Roca. El decidido interés de la obra fotográfica de este habitante de las tierras altas ampurdanesas procede de su carácter ejemplar para el debate sobre el valor artístico de la fotografía. De hecho, Guillamet es un fotógrafo de una técnica más que depurada pero, ante todo, con importantes conocimientos artísticos. Es decir, está fuera de duda su capacidad autoconsciente y su inserción no sólo en la tradición de la historia de la fotografía sino también en la de la historia del arte. Tanto es así que la más inmediata de las lecturas de su obra remite a múltiples y sugerentes referencias procedentes de la pintura moderna, en general las del campo de la abstracción, desde la geométrica a la surreal, pasando por la expresiva o la lírica. Pero, por otro lado, la fotografía de Guillamet, su esencia, nos propone un intenso ejercicio de re–conocimiento de la realidad, pues al trabajar sobre la revolucionaria cocina del Bulli y otras altas coquinarias, fomenta una especie de hiperrealidad de naturalezas extrañas que nos proporcionan imágenes de una enorme potencia y de connotaciones finalmente irreales, muy novedosas por más que estén cercanas a todas las gamas de la abstracción, en especial la surrealista, así como al género del bodegón al que, sin duda, renueva gracias a las originales formas de la cocina actual. El resultado final del trabajo de Francesc Guillamet emite significados abstractos y surreales tal como se señala, pero parte de un principio hiperrealista, pues lo que se fotografía es la realidad creada por las genialidades de Ferran Adrià, Joan Roca, Sergi Arola o la familia Torreblanca, para quienes uno de los motivos más evidentes de su creación consiste en alterar profundamente el heredado orden sensorial: el del gusto y el del olfato, por supuesto, el de la mirada, como refiere la obra testimonial de Guillamet, también. La contemplación ahora de fideos de dos metros de altura, bosques de piruletas, láminas de bacon suspendidas en el vacío, rectángulos de pasteles neoconstructivistas… puestos en escena y transmitidos por Guillamet resulta impresionante para nuestra visión por más que entrenada en la artística irrealidad.