Claudio Zirotti

Without Time

Exposición

Las piezas de Claudio Zirotti muestran el instante. Ese instante sutil en el que el ser humano vuelve la mirada sobre su vida –y como el Sísifo de Camus- “regresando hacia su roca, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierten en su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado con su muerte”. Así que hablar del instante es hablar de lo infinito, ya que el instante es el presente continuo y el “Tiempo del Mundo” se repliega en un simple instante. Desde que nacemos y aprendemos a respirar somos seres narrativos, somos la temporalidad de la carne. Temporalidad que debemos asumir y aceptar, aunque no siempre sea fácil. Las “mitologías personales” de este artista modenés afincado en Valencia, se encuentran en gran medida alejadas del actual panorama crítico e institucional. Sus pinturas no desafían tanto a la “interpretación” cuanto a la apatía, esto es, a esa incapacidad contemporánea para gozar de los detalles, de esos regalos sutiles que nos obligan a dejar de lado lo acostumbrado. Frente a la narcosis de lo banal se traza, afortunadamente, una línea de resistencia, “without time”, a pesar de todo. Su actitud plástica, ajena a las modas o a los discursos “ortodoxos”, es tan obsesiva cuanto coherente; conocedor de “lo que pasa” no quiere meramente contemporizar sino dar rienda suelta a un imaginario de plegamientos y retornos, donde la variación es el juego de la pequeña diferencia, de lo sutil que no deja de tener una presencia imponente.Zirotti ha desplazado su estética desde planteamientos cercanos a la transvanguardia a una tonalidad completamente personal en la que lo abstracto es, literalmente, escritura o, mejor, una grafía en la que encuentra, como ha indicado en distintas ocasiones, una “libertad total”. La obra de Claudio Zirotti puede ser entendida como un sismograma de las sensaciones, fruto de la comprensión del acontecimiento como mezcla de lo consciente y lo inconsciente. Sus obras, sus “rocas” nos recuerdan a un origen vital, traspasan lo epidérmico, nos interpelan directamente. No son, ni mucho menos narrativas, al contrario, son una suerte de secuencia de instantes o de presencias en las que el simbolismo movilizador es, nada más y nada menos, que el tiempo, eso que erosiona o incluso esculpe. Los “recuerdos” pictóricos de Zirotti son intensamente abstractos sin perder por ello un ápice de su rotunda concreción. El impulso dominante no es melancólico sino vitalista, desbordante, como si conociera el secreto para escapar de la angustia de ese sin tiempo. La pintura de Zirotti introduce la escritura y la insistencia numérica del paso del tiempo; lo poético adquiere una dimensión reduccionista y concreta, como si los gestos y las condensaciones imaginarias fueran versos o, mejor, estancias, en un proceso evidentemente rítmico que nos permite tanto el reconocimiento cuanto la pérdida, el retorno y la disolución. Al instante, a los actos, a los recuerdos que como rocas almacenamos en nuestra mente, no se les puede despojar del tiempo, no se les puede arrebatar lo que son. Porque viven en nosotros, en nuestra conciencia. Conciencia deseada y no deseada, que nos place y nos duele, en momentos tan necesaria como innecesaria; en la que el ser humano se sumerge para entender lo ilegible, para entender el porqué de nuestro eterno subir. Con el tiempo se ha dado al ser humano un regalo dulce y amargo a la vez. Y las piezas de Zirotti son una perfecta reflexión sobre lo específicamente humano y eterno que vive dentro de cada uno de nosotros.