Caso de estudio. Ana Peters. Mitologías políticas y estereotipos femeninos en los sesenta

NOTA DE PRENSA

Nota de prensa

Dossier Prensa Ana Peters
23 de julio de 2015 al 22 de noviembre de 2016

Galería 3. IVAM, Centre Julio González

Comisaria: Mª Jesús Folch

Volver a los orígenes de la artista, a sus obras figurativas de los años 60 enraizadas en el arte Pop valenciano es lo que se pretende con la exposición Caso de Estudio: Ana Peters. Mitologías políticas y estereotipos femeninos en los sesenta. Durante toda su trayectoria artística, Peters trabajó en dos direcciones contrapuestas, abstracción y realismo, separadas por un periodo de inactividad de veinte años. El IVAM dedicó ya una muestra a la primera de ellas en 2007, centrada en sus pinturas monocromas, de texturas sorprendentes, elaboradas con gran libertad formal y técnica a partir de los años noventa.

La muestra que ahora se inaugura se centra, por tanto, en la etapa inicial de la artista de origen alemán. En ella se exhiben cerca de una treintena de obras de Peters, la mayoría de ellas pertenecientes al depósito que sus herederos han acordado recientemente con el IVAM. Para su contextualización, se ha seleccionado alrededor de 40 documentos, desde publicaciones feministas de la época, hasta revistas que ilustran la imagen estereotipada de la mujer en la sociedad de consumo, o la película de Cecilia Bartolomé Margarita y el lobo (1969), censurada por el franquismo, y que presentaba una nueva mujer segura de sí misma y combativa.

Como introducción, antes de entrar a la galería, se ha incluido la proyección de una entrevista realizada a Ana Peters en 2007 en la que habla de sus trabajos de interiorismo, uno de los campos en los que estuvo muy activa a finales de los sesenta. De hecho, Peters se encargó de la decoración de la casa de Andreu Alfaro en Rocafort o de las librerías ConcretLlibres en Valencia y Gandía.

Ana Peters (1932 Bremen– 2012 Denia), se formó en el campo de las Bellas Artes en Valencia y en Madrid durante los años centrales de la década de los cincuenta. Un momento en el que se empezaron a incorporar a la escena de la plástica española los primeros intentos de renovación en el campo de la abstracción: el grupo El Paso con su lenguaje gestual, reclamo de libertad y de protesta individual; así como el Equipo 57 y el Grupo Parpalló, cuyo arte normativo buscó a toda costa la función social del arte y la trasformación de la realidad cotidiana.

Pero como es habitual, toda acción tuvo una reacción en sentido inverso. La popularidad del realismo ascendió rápidamente entre los jóvenes artistas, creándose los distintos grupos de Estampa Popular a lo largo y ancho de la geografía española que, anclados en el carácter conservador de la figuración y en técnicas artesanales de origen medieval, como la xilografía y el linóleo, realizaron una crítica radical del régimen franquista.

Ana Peters se encontró entre éstos últimos y fue junto María Dapena en el País Vasco, Elvira Martínez en Galicia y Maria Girona y Esther Boix en Cataluña una de las pocas mujeres que participaron activamente en dicho movimiento.

En el otoño de 1964, Ana Peters expuso junto a Gorris, Marí, Martí, Solbes, Toledo y Valdés en las primeras muestras de Estampa Popular en Valencia, un grupo que extendería su actividad hasta 1968 y que avanzó desde principios expresionistas tajantes hasta la superposición descriptiva de imágenes procedentes de los mass media, siempre con la intención de poner énfasis en una temática recogida de la cotidianidad valenciana y en la lucha por la mejora y transformación de las condiciones en las que vivía el pueblo durante la última década del franquismo. Peters contribuyó en la obra colectiva de Estampa Popular de Valencia, en los Calendarios de 1966 y 1968 o en el diseño de carteles de sus exposiciones como el de la celebrada en Centre Cullerenc de Cultura en 1964, en el que se reprodujo un texto de Tomás Llorens, ideólogo del grupo con el que Ana Peters terminaría compartiendo su vida.

Precisamente referente a uno de esos calendarios, concretamente el de 1966, la muestra exhibe una carpeta de tres serigrafías impresas en el taller de Abel Martín junto a dos textos y cuatro dibujos preparatorios. Para su diseño, Peters tomó como base unos retratos fotográficos de huertanos encontrados en un antiguo molino y les añadió expresiones latinas procedentes de la liturgia católica. La introducción de estos elementos extraños en la escena invitaba al espectador a indagar sobre su significado.

Paralelamente, Peters realizó incursiones en el arte pop, tendencia que definió en una de sus entrevistas como aquella que expresaba “el estado de cultura de una de las sociedades contemporáneas, utilizando como lenguaje los mismos elementos visuales que la sociedad misma producía”.   Además, Peters insistió en que el deber del artista consistía en definirse y posicionarse sociopolíticamente, en tomar partido por lo que era justo. A tal efecto, se integró en la tendencia Crónica de la Realidad y desarrolló la serie de los Siete pecados capitales (1965) donde haciendo uso de alegorías morales hizo referencia a situaciones políticas concretas.

Asimismo, fue una luchadora incansable en pro de los derechos femeninos, denunciando, a través de la ironía, la imagen de la mujer construida por la sociedad de consumo y los medios de comunicación de masas, en una exposición que presentó en 1966 en la galería Edurne de Madrid. Aquí la apropiación, la reiteración, la fragmentación, entre otros muchos recursos, definieron y caracterizaron las escenas que la artista presentaba ante el público, un público al que pretendía interpelar y del que esperaba su reflexión y su reacción.

Esta exposición analiza precisamente todas estas facetas de la obra figurativa de Ana Peters, intentando contextualizar su obra, desentrañando al máximo sus posibles influencias y analizando a fondo su estructura estética.