Nuria Rodríguez

Atlas Naturae: White Island

IVAM ProduceIVAM Alcoi

Relato n.º I
En 1769, el explorador James Cook descubre una isla casi circular con un volcán activo en el Pacífico Sur. Un conglomerado de roca ígnea, la andesita, moldea la única montaña visible. Su otro nombre, Whakaari, significa en maorí “volcán dramático”, pero Cook prefiere White Island por la exhalación visible del interior de la tierra; las nubes que se forman en su centro cubren inmutables el relieve de la isla.
Localización: 37°31’23.2”S 177°10’57.1”E


La naturaleza sigue siendo un misterio para la especie humana, conocemos sus ritmos y su funcionamiento, pero el azar impredecible es un ingrediente que no conseguimos atrapar a pesar de los intentos trazados por nuestro ser tecnológico que nos ha hecho creer en la posibilidad de un Homo Deus.


Relato n.º II
En 1539, Pedro Sánchez de la Hoz fue nombrado dueño y señor de Terra Australis Incognita, un continente imaginado por Aristóteles y que Ptolomeo representó como una gran extensión de tierra cercana al Polo Sur mucho mayor que la Antártida, situando sus límites un poco más al norte. James Cook corrigió la ficción de esa tierra mítica borrándola de sus mapas y cartografías y dibujando la White Island donde antes estaba la Terra Incognita.
Localización: un lugar indeterminado en el océano Antártico (sin coordenadas).


Atlas Naturae: White Island es una intervención artística realizada exprofeso para la sala/taller del IVAM Alcoi gracias al programa de apoyo a la producción artística: IVAM Produce. El título de la propuesta plantea un doble juego; en primer lugar, crear un atlas visual sobre la naturaleza, y para ello abordaremos el trabajo del botánico Cavanilles que relacionaremos con la aventura viajera de James Cook hacia White Island, generando una taxonomía de los hallazgos a través de imágenes y palabras. En segundo lugar, haremos una puesta en escena instalativa de las pinturas, dibujos, objetos y vídeos identificando el mundo analógico con naturalia y el mundo digital con artificialia.


El diálogo que hemos establecido con nuestro entorno natural ha sido amplio y diverso. Hemos sido capaces de datar la creación de la Tierra hace unos 4550 millones de años y visualizar la teoría del Big Bang en un laboratorio. Hemos estudiado la reproducción de las bacterias para comprender el inicio de la primera forma de vida y narrado el viaje del Homo Sapiens por el Mediterráneo, Europa meridional y Asia desde hace más de 50.000 años a través de los restos encontrados, mientras que otra extensión de nosotros navegaba hacia los confines de Ptolomeo. Nuestra memoria es una memoria de fragmentos, una amalgama de relatos recitados a la luz de la lumbre. Hemos esculpido a Deméter y pintado a Saturno devorando a sus hijos. Asimismo, hemos descifrado la cadena del ADN que reconoce las teorías de Darwin sobre la evolución de las especies y, ahora, visualizamos online que el lugar más frío del planeta, la tierra cercana a White Island y a la imaginada Terra Incognita, derrama toneladas de agua al mar por nuestra ambición incontrolada.


Mi proyecto anterior, titulado Sistema Humboldt. Pensar/Pintar, proponía una red aleatoria de relaciones entre las colecciones de Historia Natural de la Universitat de València, la figura del naturalista Alexander von Humboldt y la producción artística derivada de ese encuentro a través de un glosario de binomios de palabras para contraponer el mundo del azar intuitivo al mundo digital del algoritmo, donde los cuerpos desaparecen tras la pantalla líquida. Sin embargo, los tiempos de la naturaleza son otros, y Atlas Naturae: White Island plantea una nueva taxonomía, un árbol de categorías para reflexionar sobre lo que Humboldt definió como una “red intrincada de organismos que se desarrollan y destruyen sucesivamente, cada paso que se da hacia el conocimiento más íntimo de la naturaleza conduce a la entrada de nuevos laberintos”.