Las musas de Juan Ripollés

Exposición

Sin rechazar las etapas más oscuras, especialmente en los años 70, se centra en la plenitud que impregna su obra y especialmente en las musas, expresión de una poética vigorosa y colorida. Esta esencia revela una dicotomía permanente entre lo monumental y cierta fragilidad. Ésta corresponde exactamente a la personalidad del artista aparentemente esbelta pero muy resistente y también delicada. Un ejemplo significativo de la monumentalidad de su obra son sus esculturas La señora con sombrero (1998) y Las Gemelas (1998). Las dimensiones de las obras en bronce alcanzan hasta dieciséis metros, a partir de 1996, como su Homenaje al libro (2002). Cabe destacar la gran facilidad con la que el artista pasa de una escultura de cinco metros a otra idéntica de un metro, sin que se rompan los equilibrios, como en el caso de sus Tótems o de Tumbada y Tumbado (2008). Pero el artista puede lleva el desafío todavía más lejos, realizando en mármol de muy pequeñas dimensiones El Tumbado de corazón (2003) o La mujer tumbada (2007) en cristal por ejemplo. La obra pintada sorprende también por su tamaño, bien en forma de dípticos o trípticos. La narración que pone en escena los momentos de placer de la mujer utiliza formatos grandes que permiten evocar las etapas de estas escenas. La producción del artista plástico también tiene obras de menor formato. Maneja lo caliente y lo frío, lo colosal y lo refinado; y aun cuando la obra es colosal, tiene un refinamiento propio. Sus esculturas de Murano son ante todo transparencia, fragilidad y delicadeza. Las Musas presiden la obra de Juan Ripollés, aunque en realidad no canta la Génesis de la humanidad ni la de los dioses, ni la intervención divina en la creación. Sin embargo, la metonimia que las caracteriza como fuentes de felicidad y sabiduría corresponde plenamente a la producción ripollense. Mneme es un vasto territorio, enraizado en él. Es el mito mediterráneo, las emociones tan profundas como espontáneas, la comunión con la madre naturaleza. Se une a Erato en los abrazos amorosos, el erotismo que aflora. Meletea, Aedea y Euterpe inspiran su trabajo en el taller más que transmitir su huella en sus obras. Finalmente Calíope impregna la obra de una cierta magia que, por pícara, impacta visualmente y transmite vitalidad. Esto no solo vale, por supuesto, para las musas; nos permite también ciertas referencias a los faunos de la mitología, de forma alusiva. Se desprende entonces una energía cósmica. La musa Euterpe está omnipresente desde el año 1990. Ya sea plástica o musical, el artista no establece fronteras en ningún área. Realiza retratos individuales de los músicos sobre lienzo o esculturas de cristal de Murano, así como de grupos que amplifican el ritmo. La poesía reviste varios aspectos en el artista plástico: una fantasía desbordante, de perpetuas metamorfosis como anunciaba La metamorfosis de la musa del artista (1983), lo insólito causado por las combinaciones inusuales de diferentes ámbitos (ancla/sombrero, mujer/guitarra), metonimias, temas en los que aflora la ternura, tonos de color a los que acompañan armoniosas luminosidades. Una de las dificultades para abordar la obra de Ripollés es su resistencia a códigos y categorías, así como la hibridación de sus materiales y de sus prácticas. Pero, además, ese rechazo del convencionalismo y ese mestizaje dan coherencia a la obra, que es una, invadida por la vida y la energía, auténticos rizomas que se tejen entre los personajes, los temas y las técnicas. Cabe destacar su gran capacidad para visualizar, a partir de un objeto cotidiano o de desecho, la metamorfosis que le hará sufrir para llevarlo a un mundo poético. El artista desarrolla simultáneamente el volumen, el tamaño, las proporciones, el tacto, la resistencia, la luz. El artista ofrece un mundo lúdico a la vez que basado en el humor y la ironía. La obra presenta una infinita variedad de matices, sugerencias, atmósferas, construidas sobre dualidades de líneas entrelazadas, sobre cromatismos, del más serio al más estridente, del más suave al más alegre. Cualquiera puede captar una utopía o una realidad cotidiana, referencias veladas o no a la alta cultura, otras más sibaritas. Sin embargo, el barroco vital, la ironía y el humor, la transferencia de la expresión desde el interior hacia el exterior, corresponden a un profundo cuestionamiento del artista sobre el hombre y sobre sí mismo. De hecho, a través de estas musas, La musa de Juan Ripollés es la vida, una metamorfosis perpetua de la fecundación, y su arte un continuo desafío.