Julio González Versus Pablo Picasso

Exposición

La relación de Julio González con Pablo Picasso ha sido uno de los encuentros más fecundos del arte del sigo XX. Para el primero fue un estímulo fundamental que le permitió progresar rápidamente en el camino experimental que había iniciado con sus primeros trabajos así como le permitió familiarizarse con las construcciones cubistas que Picasso había hecho con planchas metálicas, cartón o madera. Por su parte González aportó su experiencia en la forja del metal que sentaría las bases de un nuevo lenguaje escultórico que él mismo definiría mediante la conocida expresión “dibujar en el espacio”. La exhibición del conjunto de 84 dibujos que componen el álbum núm. 7 de Las señoritas de Aviñón, propiedad de la Fundación Picasso de Málaga, junto a una selección de 50 obras de los fondos del IVAM de Julio González, profundizará en este fértil y productivo intercambio. Con la incorporación del cuaderno nº 7 de dibujos preparatorios para Las señoritas de Aviñón, la Fundación Pablo Ruiz Picasso ha conseguido incluir dentro de su colección las primeras piezas únicas de su patrimonio picassiano a la vez que supone una presencia en colecciones españolas, de bocetos preparatorios de la emblemática pintura con la que surge el arte contemporáneo. El álbum núm. 7 es uno de los 16 cuadernos y varios bocetos individuales que Picasso realizó como trabajo preparatorio a Las señoritas de Aviñón. En sus 60 hojas de papel blanco rayado el artista realizó en París, entre mayo y junio de 1907, un total de 84 dibujos para los que utilizó tinta china, lápiz grafito y gouache rojo. Los temas de estos dibujos, con abundantes variantes, son perfiles de animales, entre los que destaca un águila que preside la portada y las primeras hojas, desnudos femeninos que van siguiendo un creciente proceso de esquematización asimilando las figuras a los modelos del arte africano, a los castellers catalanes, en la que es la única presencia conocida de este elemento en el corpus picassiano, apuntes de naturalezas muertas con tratamiento protocubista y un retrato de Raimonde, la niña que adoptó temporalmente en compañía de Fernande Olivier. Esta riqueza iconográfica en la que se unen los deseos de innovación con el apego a las tradiciones catalanas y la presencia de lo más cercano e íntimo, convierte este cuaderno en un fascinante repertorio de obras de Picasso en un momento clave y decisivo de su evolución.