Alberto Bañuelos

La liturgia de las piedras

Exposición

Alberto Bañuelos nace en Burgos en 1949. Desde temprana edad manifiesta unas dotes especiales para el dibujo, pronto se traslada a Madrid donde estudia Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense, donde simultanea su carrera con clases de dibujo en academias privadas y aprende las técnicas clásicas. En 1978 ya cuenta con estudio propio donde durante años realiza su progreso intelectual, avanzando de lo figurativo a la abstracción más absoluta. En 1982 esculpe su primera escultura, se trata de un torso ejecutado con una piedra de alabastro. Los torsos están presentes a lo largo de toda la trayectoria del escultor, ya que aparecen siempre que termina una etapa y se inicia otra, como una especie de marca en el sendero. Es durante estos años cuando realiza una estantacia formativa en las míticas canteras italianas de Carrara y donde respira, aprende y se nutre del oficio del mármol. En las piezas de Bañuelos hay ecos de todos los megalitos y monolitos que se erigieron en el Neolítico y en la Edad del Bronce. Los menhires, dólmenes y túmulos de Carnac, los Millares almerienses… Todas ellas, todas las grandes y míticas piedras del pasado gravitan en la propuesta de Bañuelos. Porque todas las piedras que ha erigido el hombre desde que tenemos noticia de los primeros monumentos de este tipo obedecen a unos mismos ofrecimientos que no eran otros que homenajear a sus dioses, a sus difuntos o incluso a la realización de cualquier tipo de acto en la tierra para reclamar la atención del cielo. Entre la Tierra y el Cielo fue el lema bajo el que reunió una exposición itinerante con la que recorrió México entre los años 2006 y 2008. A tenor de la altura cada vez mayor de sus piezas, bien podría decirse que Bañuelos es uno de los que pretenden comunicarse, por medio de sus piedras, tanto con las alturas como con sus espectadores en tierra. Finalizada su etapa de aprendizaje, deudora, a decir de José Marín, de la obra de Henry Moore “en su afán de explorar los materiales con la intención de que las figuras adquieran una acusada fluidez en las formas”, se observa en la serie Quilla -que coincide con lo que este crítico ha venido a definir como la etapa de “la primera impronta personal sobre su obra”-, una tendencia a elevarse que constituirá una constante hasta su última obra, en la que las piedras adoran el cielo. A lo largo de la trayectoria del escultor hay piezas tan exquisitamente pulidas como los Torsos y las Lunas. Pero muchos de esos Torsos y esas Lunas, al igual que sus Quillas, surgen de una piedra apenas desbastada o sencillamente horadada. Y es que a lo largo de esos veinticinco años de actividad artística que ahora celebra, tras sus inicios trabajando con otros materiales más dados a las formas fluidas, Bañuelos ha ido tendiendo inexorablemente hacia la piedra. Sus piedras, además, exhiben con orgullo sus abruptas formas, que evocan deliberadamente las producidas por el metamorfismo. Su obsesión por la piedra –alabastro, basalto, granito de Zimbabue, mármoles yugoslavos y de Carrara, piedras de Calatorao- que en su estudio de Madrid transporta, fragmenta y moldea sin ayuda, también acerca al escultor a esos artistas de la noche de los tiempos. Es más, su tendencia a la piedra lo ha abocado inexorablemente al tallado, que es una técnica ardua, frente a la de ir agregando elementos a la pieza o a la de moldear en materia blanda, endurecida luego mediante el procedimiento que sea menester. Aunque el propio artista resta importancia a este desafío, pues es el trabajo lo que le procura sosiego. La contemporaneidad de este artista burgalés es tanta que su afán por la piedra, después de haberse dado a conocer con esas formas fluidas de la serie Juegos (1983-1984) sintetiza de forma meridiana esa peripecia que, en los últimos años, nos ha llevado a todos de una ya lejana fascinación por la tecnología a la actual comunión con la naturaleza. En lo que al casticismo y a la universalidad se refiere, el mismo Bañuelos se ha preguntado en alguna ocasión si su búsqueda de la perfección de las formas es una inquietud estética o una categoría moral. Esto puede entenderse como casticismo porque le acerca al ascetismo de los místicos castellanos, situándolo casi en la estela del Camino de perfección de Teresa de Ávila. Pero el artista también es universal porque se registran en su obra, ciertas concomitancias con creadores tan lejanos al ascetismo castellano como ciertos artistas anglosajones. A este respecto, hay que llamar la atención sobre Malecón espiral, realizado en 1970 en el Lago Salado de Utah por el escultor estadounidense Robert Smithson. Recordado por Bañuelos en su más reciente obra-instalación Homenaje a Smithson, 2009 mostrada por primera vez en esta sala. 2003 también es una fecha importante porque inaugura ese nuevo periodo anunciado en la trayectoria del artista, el de la deconstrucción. Es en este momento cuando al estudiar los ángulos Bañuelos se da cuenta del lenguaje nuevo que surge al realizar cortes en las piedras. Recurre a cantos rodados y los parte, los inclina, los desplaza, los rehace… “Es como reinventar la vida una y otra vez. Jacques Derrida hablaba de ello. Yo deshago las piedras y hago algo diferente con ellas. La vida es eso, establecer una nueva mirada sobre algo ya existente”, señala el artista y sigue reflexionando sobre lo que se oculta tras las cosas, sobre lo que cambia, se transforma o fluye. Hay algo de filosofía oriental en sus palabras. Su técnica es como cortar una fruta en pedazos o como abrir una puerta y dejar que aparezca su alma. Es lo mismo que sucede cuando las piedras, cerradas durante miles de años, se cortan y debajo aparecen otras formas, otros colores. “El elemento sorpresa es fundamental y yo reconozco que siempre me ha gustado jugar. El artista nunca abandona la infancia”. La exposición no pretende tanto ser un recorrido cronológico por las obras acabadas de Alberto Bañuelos, como ser el reflejo de un camino vivo, se muestran las piezas vinculadas a su propio taller de trabajo donde las obras acabadas conviven con otras que aun son proyectos o modelos a escala- Estantería. Maquetas, s.f- que le permiten al escultor jugar, pensar, evolucionar.