La Colección del IVAM

Colección  

La colección del IVAM es el núcleo del museo y constituye una base fundamental de su programación. En sus inicios, la doble operación de donación y compra de una parte fundamental de la obra de Julio González (1876-1942) y la donación de Ignacio Pinazo (1849-1916) dotó de un legado de gran valor y lo orientó hacia una reflexión de la modernidad hasta entonces inexistente en la Comunitat Valenciana. Del mismo modo, una definición precisa de su programa de exposiciones y su política de adquisiciones –que evolucionaron de forma paralela– permitió conformar una colección de primer nivel en el panorama nacional. Las obras adquiridas en la primera década del museo definen los núcleos de la colección y sus momentos de intensidad, lo que nos permite la conformación de una serie de periodos que se definen en torno a una lectura histórico-artística del arte del siglo XX. El IVAM es, además, uno de los pocos museos en el Estado español que ha prestado una especial atención a las vanguardias históricas europeas. Por todo ello, su colección se configura como una base privilegiada desde la que revisar el proyecto moderno del siglo XX, necesario a su vez para pensar el siglo XXI. La aparición del museo en 1989 le situa en un umbral entre ambos siglos, y esta condición específica ha de servir para proyectar su colección y su contexto hacia una empresa muy concreta, la de la comprensión histórica de los fenómenos culturales tanto en la modernidad heredada como en la contemporaneidad que se va construyendo.

Historia y misión

El IVAM (Institut Valencià d’Art Modern) nace en 1986 como entidad de derecho público por las Cortes Valencianas, y su sede principal, el IVAM Centre Julio González, se inaugura en 1989 en el centro de la ciudad de València. De acuerdo a la nueva ley aprobada en 2018, constituye el objeto propio del IVAM el desarrollo de la política cultural de la Generalitat Valenciana por lo que respecta al conocimiento, tutela, fomento y difusión del arte moderno y contemporáneo y sus actividades asociadas.  Se trata de constituir y custodiar un conjunto de colecciones museísticas representativas del desarrollo del arte de los siglos XX y XXI, organizar y llevar a cabo exposiciones de arte moderno y contemporáneo, así como actividades culturales, establecer relaciones de colaboración con instituciones afines, e impulsar el conocimiento y difusión de las obras y de la identidad del patrimonio histórico adscrito al museo. 

El IVAM ha de ser un lugar de referencia del arte moderno y contemporáneo, un lugar habitado y habitable, comprometido con la sociedad y articulado en torno a un programa basado en la colección, las exposiciones (asociadas o no a esta), así como en la investigación artística, la edición de publicaciones y la mediación. Con este objetivo, ha de desarrollar un programa que se establezca a través de estrategias y alianzas de territorialización e internacionalización, en el que el campo del arte se entienda como un cruzamiento activo de relaciones heterogéneas que se vinculan entre sí. Y, asimismo, hacerlo desde una metodología que adopte una ética de cuidados. Una metodología relacional, inclusiva y colaborativa, con consciencia de todas aquellas personas que no han formado parte en la definición del museo moderno, ya sea por cuestiones de clase, racismo o discriminación, género u orientación sexual.

Julio González

La obra de Julio González (Barcelona, 1876 – Arcueil, 1942) ha sido una contribución fundamental para el desarrollo de la escultura contemporánea. Inmerso en la encrucijada de los nuevos lenguajes que se desarrollaron en las primeras décadas del siglo pasado, las propuestas constructivas de este artista se cuentan entre las expresiones más auténticas de la sensibilidad moderna, cargadas de razón, sentimiento y esperanza.

La adquisición y donación en julio de 1985 de un conjunto de 360 obras (esculturas, dibujos, orfebrería, pinturas y relieves) y de una parte del archivo de este artista fue el punto de arranque del proyecto del IVAM, y ha marcado profundamente las líneas expositivas y de la colección de este centro dirigidas a las manifestaciones artísticas que mejor plasman las inquietudes y preocupaciones de cada época. Los fondos de Julio González que custodia el IVAM lo convierten en un referente mundial para descubrir la evolución de las diferentes sensibilidades que confluyen en el campo de la escultura. Esta magnífica representación procedente del legado del artista se reforzó con una selección significativa de obras de su hermano Joan, de los años de París, y de su hija Roberta, que veló por la difusión y la proyección del trabajo de su padre.

Nacido en el seno de una familia de artesanos que regentaba una metalistería en la Barcelona modernista que impulsó grandes proyectos arquitectónicos, aprendió las técnicas del trabajo del metal durante su juventud. Sin embargo, las aspiraciones creativas que compartía con su hermano Joan lo animaron a ampliar su formación académica antes del traslado a París en 1900. 

Con la llegada a la capital francesa se consolida su vocación creativa a través de los contactos con los círculos artísticos y con figuras de la talla de Pablo Gargallo y Pablo Picasso. Su colaboración con el artista malagueño a finales de la década de los años veinte, centrada en una serie de proyectos de esculturas en metal, fue crucial para González. Si bien este le enseñó las posibilidades plásticas que el hierro había alcanzado por la actividad artesanal de varias generaciones, las consecuencias fueron de mayor calado en el caso del escultor catalán, que vio la alternativa de una renovación formal en su práctica creativa. Se decide claramente por la escultura, iniciando una trayectoria singular que ofrecerá unos resultados sorprendentes. En la década siguiente lo veremos participar en las propuestas expositivas más avanzadas, como la muestra internacional del movimiento Cercle et Carré (Círculo y Cuadrado), organizada por Joaquín Torres-García y Michel Seuphor y que incluía obras realizadas por artistas como Piet Mondrian, Jean Arp, Antoine Pevsner, Vasili Kandinsky o Le Corbusier, que tuvieron una enorme repercusión.

Julio González utiliza los procedimientos de la soldadura autógena para crear ensamblajes metálicos a base de varillas, chapas y objetos varios que generan piezas basadas en la ausencia de masa sólida y en el principio de la escultura construida. Adaptó su dominio de la soldadura y la forja a las nuevas exigencias de un arte abierto a los grandes temas y retos que marcará el ascenso del espíritu moderno, enfrentado a grandes tragedias que truncaron las ansias de progreso. Con un dominio exquisito, va penetrando en la materia para conseguir unas obras de gran capacidad de evocación a partir de la combinación de planos, líneas y formas que se complementan, entrecruzan o rivalizan. En el periodo de los años treinta realizará esculturas importantísimas en su trayectoria artística. Obras que despliegan una variedad de temas y técnicas que responden al empeño del artista de dejarnos un legado artístico que, partiendo de una época y un lugar concretos, se proyectan hacia el futuro y hacia el pasado. Sus cabezas, sus mujeres, sus máscaras, sus brazos…, mantienen ese fino equilibrio entre la abstracción y la figuración, que transmite esa emoción contenida propia de la naturaleza humana.

En el recorrido por la obra escultórica de Julio González podemos hablar a grandes rasgos de una primera fase caracterizada por un análisis formal a través de planos, con planchas recortadas y soldadas. Más tarde, surge otra forma lineal que le permite profundizar en la expresión del carácter tridimensional y dinámico de las figuras. El tercer camino de investigación formal se distingue por la utilización positiva del vacío y se concreta en los efectos de luz y sombra que se obtienen mediante el uso de planchas curvadas. Por último, nos encontramos con una manera naturalista que se acentúa en los últimos años, a partir de su contribución al Pabellón de la República Española de la Exposición Internacional de París, donde exhibe La Montserrat. La obra elegida por González fue originalmente Mujer ante el espejo, pero prevaleció la opción de José Gaos, comisario del Pabellón, y finalmente se presentó la escultura que encarna la resistencia frente a la barbarie. La primera propuesta fue destinada a otra exposición cuya intención era más específicamente artística, Orígenes y desarrollo del arte internacional independiente, que ese mismo año se celebró en el Jeu de Paume parisino y que constituyó el primer panorama sistemático de las tendencias artísticas del siglo XX.

Otro factor de variedad presente en el trabajo de Julio González, y que se entremezcla con el factor sintáctico, radica en la perseverancia en temas como la maternidad, las máscaras, las figuras femeninas y danzantes, el sueño. Esta permanencia de los temas responde a una tradición en la escultura clásica que recibe en manos del artista nuevas soluciones formales.

Julio González continúa siendo el espejo en el que mirarnos y confrontarnos cuando queremos buscar lo más esencial y lo más complejo de la experiencia estética en su vertiente más innovadora y humana. Sus investigaciones de las posibilidades expresivas y estéticas del hierro lo han encumbrado como el inventor de la escultura realizada con este metal, que ha dado ilustres ejemplos en las últimas décadas dentro y fuera de nuestras fronteras. Las soluciones estructurales y la carga emocional que presentan las obras de Julio González prepararon el camino para las imponentes propuestas espaciales de Eduardo Chillida o Richard Serra.

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Ignacio Pinazo

Ignacio Pinazo (València, 1849 – Godella, 1916) abrió un espacio nuevo en la pintura para el tratamiento del naturalismo, la luz y la investigación formal. Con sus toques y pinceladas ágiles que transmitían una realidad en movimiento, definió un estilo personal caracterizado por las formas libres y la defensa de la autonomía del arte, que reivindica la experiencia y la interpretación a partir de su aspecto inacabado. Sus estancias en Italia y su acercamiento personal al verismo de Domingo Morelli y a la visión soñadora de Mariano Fortuny, junto a su admiración por la pintura de Velázquez, Goya y El Greco, impulsaron su búsqueda permanente de la poesía y la verdad en su creación artística.

En este camino hacia un determinado realismo que anunciaba la independencia creativa y la superación de estereotipos académicos, la expresión plástica sigue la vía abierta por los defensores de la sensibilidad moderna como el poeta Charles Baudelaire, que reclamaba el valor de «lo transitorio, lo fugaz», evitando las formas existentes. Este espíritu de modernidad implicaba un salto hacia el futuro que se plasma en la búsqueda de la innovación, en la pretensión de una libertad respecto a las instituciones y los valores estéticos aceptados. La voluntad de representar el mundo actual requería buscar nuevos caminos en la práctica artística.

Las obras de Pinazo nos hablan de la naturaleza humana, y comunican su contenido por la unión del fondo y la forma, expresando de manera sincera y directa la vinculación emotiva con los temas que desarrolla. La elaboración y definición de gran parte de estos trabajos son el resultado de constantes observaciones que traduce en sus invenciones pictóricas, caracterizadas por un trazo caligráfico y la expresión cromática, alcanzados tras un proceso de reducción y síntesis. El aspecto inacabado de sus formas son la definición más evidente de la presencia del tiempo que altera el curso de las cosas.

En esta vía hacia la modernidad, Pinazo fue dueño de un estilo único, con destellos de una enorme capacidad evocadora y una factura sobresaliente, en la que cada pincelada, trazo o mancha activa nuestra mirada y recoge el mínimo aliento de humanidad o de belleza. Su lugar en el arte europeo lo alcanzó por su firme defensa de la independencia del artista, que en su caso logró relacionar con los temas de su época, hasta sentir que formaba parte de estos. La ciudad de València y su entorno vivió en este periodo cambios estructurales, experimentando un rejuvenecimiento impulsado por varias reformas que la convirtieron en una urbe dinámica con nuevos paseos, apertura de calles que canalizaban la energía popular que inundaba al mismo tiempo paisajes bucólicos y marítimos, poblados por tipologías humanas diversas. La temporalidad característica de las manifestaciones más populares queda fijada en los abundantes estudios de Ignacio Pinazo.

Las casi 500 obras depositadas en la colección del IVAM, que incluyen pinturas, tablas y dibujos procedentes de una adquisición y donación, fueron seleccionadas antes de la inauguración del museo, y abarcan las técnicas y temas más característicos de este artista, que consiguió superar la tradición establecida y conciliarse con el pensamiento y los descubrimientos de su época.

La revisión actual de Pinazo nos sitúa frente a la defensa del espacio público, fundamental hoy para el debate democrático y ciudadano, en plena crisis por la evolución del mundo virtual y la transformación de los escenarios urbanos, donde lo comunitario experimenta una peligrosa recesión. Además, su obra alcanza una expresión absolutamente actual analizada desde esa idea de lo fugaz y lo permanente de un tiempo sin principio ni fin; desde la intuición del carácter dinámico de la realidad; de un fluir y devenir como estados vitales del presente inserto en los flujos de la globalización, en la imagen tecnológica y en la velocidad de las comunicaciones.

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1914-1939: Vanguardias históricas

De este periodo, que comprende desde la Primera Guerra Mundial hasta el inicio de la Segunda, el mismo año que termina la guerra civil española, el IVAM posee un importantísimo fondo de obras pertenecientes a las vanguardias históricas europeas, especialmente del Constructivismo, Dadaísmo, Futurismo, Neoplasticismo y la Abstracción no figurativa o concreta. Aquí se dan cuenta los desarrollos de las artes de las tres primeras décadas del siglo en los contextos soviético, alemán, húngaro, francés, italiano y español, con obras escultóricas de Julio González, Jan y Sophie Taeuber-Arp, Kurt Schwitters, Naum Gabo, Antoine Pevsner, László Péri, Lucio Fontana, László Moholy-Nagy, Joaquín Torres-García, Jacques Lipchitz, Pablo Gargallo, o Rafael Pérez Contel, y pictóricas de Robert y Sonia Delaunay, Georges Vantongerloo, César Domela, Otto Freundlich, Paul Klee, Jean Hélion, Hans Richter o Friedrich Vordemberge-Gildewart, Bart van der Leck o Luis Fernández, entre otros. Estas obras dialogan con magníficos ejemplos de artes gráficas, tipografía, fotografía e imagen impresa, medios de una gran carga cultural y social y que están estrechamente ligadas a los acontecimientos políticos de la época en los citados contextos. Destacan las figuras de George Grosz, John Heartfield y Josep Renau junto a otras como Gustav Klucis, El Lissitzky, Valentina Kulagina, Aleksandr Ródchenko, Varvara Stepanova, Dziga Vértov, Tristan Tzara o Francis Picabia. En el ámbito de la fotografía, siempre atendiendo a su doble vertiente documental y creativa, cabe destacar la obra de Dorothea Lange, Walker Evans, Agustí Centelles, o Manuel Álvarez Bravo, junto a Horacio Coppola, André Kertész, Jaromír Funke, Ladislav Emil Berka, Matthew S. Wikovsky, Stefan Themerson, Paul Schuitema, Raoul Hausmann, Wilheim Freddie, Jan Kamman, Ralph Steiner, Franz Roh, Constantin Brancusi, Frantisek Drtikol, Hannes Meyer, Jindrich Styrsky, Man Ray, Marcel Duchamp, Grete Stern o Claude Cahun.

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1939-1961: Arte en la posguerra europea

Los veintidós años que comprende este periodo, que abarca cuatro décadas, destacan por la consolidación de movimientos artísticos como el informalismo europeo o el expresionismo abstracto americano, junto a nuevas propuestas de arte abstracto geométrico, en un contexto marcado por la larga posguerra europea y los años más duros de la dictadura franquista. El IVAM cuenta con una magnifica selección de obras informalistas de esta época de autores como Pierre Soulages, André Masson, Jean Dubuffet, Henri Michaux, Karel Appel, Lucio Fontana, Asger Jorn o, en nuestro país, de la mano de El Paso –entre cuya producción destacan las obras de Manuel Millares, Antonio Saura, Juana Francés, Manuel Rivera, Martín Chirino– o de otros artistas en activo en aquel periodo como Antoni Tàpies y Joan Brossa. Estos artistas conversan con los artistas del otro lado del Atlántico, como Ad Reinhardt, Adolph Gottlieb, Lee Krasner, Barnett Newman, Tony Smith o Lenore Tawney, y con aquellos «entre dos mundos», como Arshile Gorky, Esteban Vicente o Hans Hofmann. Todos parecen explorar las repercusiones de la guerra en el vacío y en el silencio de cierta abstracción. En el Estado español, la dictadura y sus empeños de sometimiento marcan un momento ambiguo en lo social y lo cultural, con muchísimas aristas y contradicciones propias de una situación anacrónica. En 1956, València ve el nacimiento del Grupo Parpalló, un intento de renovación en las artes plásticas desde la abstracción concreta, que discurre en paralelo al desarrollo de las corrientes informalistas que se están desarrollando también en el país. Vicente Aguilera Cerni, también en el contexto valenciano, creó una red de relaciones interpersonales que dio un respaldo teórico y conceptual a las trayectorias de Eusebio Sempere o Andreu Alfaro, en diálogo entre este contexto y las tendencias internacionales. Durante la posguerra destacaron grandes autores de la fotografía humanista tales como Robert Frank, George Zimbel, Julio Mitchel, Sergio Larrain, Robert Doisneau, Edouard Boubat y Herbert List, así como dentro de nuestras fronteras surgieron agrupaciones como La Palangana, de la que formaron parte Gabriel Cualladó, Ramón Masats o Juan Dolcet.

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1962-1976: Irrupciones de la imagen

Este periodo reúne prácticas artísticas de muy diverso signo que se debatían entre la abstracción y la figuración tanto en Europa como en Estados Unidos. Son prácticas basadas en una nueva configuración del tiempo, el espacio y la percepción, y nuevos planteamientos en torno a los objetos, el gesto y la acción, de las que el IVAM posee un número importante de obras. Esas contaminaciones implican variaciones sobre los cánones del arte anglosajón, con figuras hegemónicas como Richard Hamilton, Claes Oldenburg, Richard Linder, James Rosenquist, Robert Rauschenberg, Jasper Johns, John Cage o Andy Warhol, mediante la obra de otros coetáneos como Asger Jorn, John Baldessari, Ed Ruscha, Martial Raysse, Valerio Adami, Hervé Télémaque, Sigmar Polke, Alberto Corazón, Alberto Greco u Öyvind Fahlström. Del mismo modo, Equipo Crónica, Equipo Realidad y Estampa Popular son tres pilares de la colección que ayudan a contextualizar la relación compleja del arte contemporáneo español en el panorama internacional, así como a confirmar el componente político del arte pop en nuestro país. El trabajo con la imagen en movimiento a través de los nuevos lenguajes del vídeo se consolida y, desde los ámbitos de las artes escénicas y la performance, se agregan nuevas densidades a la pintura, la escultura y la fotografía. Es el caso de dos figuras importantes, las de Yves Klein y Claes Oldenburg. Por otro lado, Robert Smithson, Richard Serra, Reiner Ruthenbeck, José María Yturralde o Artur Heras muestran posiciones desde la escultura al tiempo que la pintura continúa sus investigaciones en el campo de la abstracción, con Jordi Teixidor, o desde la figuración, con Anzo, Juan Genovés, Luis Gordillo y Eduardo Arroyo. A finales de los sesenta y principios de los setenta, los movimientos feministas y los discursos sobre la identidad se colocan en el centro del debate artístico, como muestran las obras de Isabel Oliver o Ángela García en el ámbito local, las primeras performances de Esther Ferrer, Àngels Ribé o Valie Export, y la obra de Darío Villalba, Juan Hidalgo, Eugènia Balcells, Gina Pane, Michel Journiac, Pierre Molinier, Ximo Berenguer, Rodrigo o Nazario.

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1977-1989: Transición y posmodernidad

En este periodo se dan cita algunos de los fenómenos más audaces de finales de los años setenta, con los conceptos ya definidos, casi académicamente, como posmodernos. El propio IVAM actúa como umbral institucional históricamente determinado, que se revela como un resultado de la temáticamente sobreexplotada Transición Española y como fenómeno peculiar con una especificidad propia en la España de las Autonomías. La colección reúne la obra de autores representativos de un momento de apertura determinante para el arte realizado en el Estado español, con nombres como Antoni Muntadas, Juan Muñoz, Ángeles Marco, Susana Solano, Joan Cardells, Bruce Nauman, James Lee Byars, Per Kirkeby, Miguel Ángel Campano, Gilberto Zorio, Allan McCollum, Gerhard Ritchter, Anthony Caro, Tom Otterness, Daniel Spoerri, José María Sicilia o Miquel Navarro. Del mismo modo, aparecen artistas que intensifican el uso del medio fotográfico como concepto y no solo como huella o índice. Es el caso de Gordon Matta-Clark, John Coplans, Robert Smithson, Hamish Fulton, Bernd y Hilla Becher, Joan Fontcuberta, Lee Friedlander o Esther Ferrer. Por otro lado, los procesos de constitución de las nuevas teorías de la imagen, los estudios visuales y la nueva gama de disciplinas que, en complicidad con los artistas, reinterpretan el papel de las prácticas, puede rastrearse en autores como Fischli & Weiss, Cindy Sherman, Richard Prince o Dara Birnbaum.

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1990-2001: Artes en un mundo global

Abordar esta época desde nuestro marco museológico, atendiendo a los fondos de la colección y al propio papel institucional del IVAM, supone pensar el proceso por el que el discurso del arte contemporáneo y el fenómeno de la exposición se hacen globales. Implica abordar la proliferación de exposiciones en las que se da voz a los «otros» globales, así como atender los giros conceptuales dentro del ámbito expositivo. En ese aspecto, es necesario atender las complejas reivindicaciones identitarias de minorías y mayorías subalternizadas, la explosión de lo popular y la renovación de los discursos feministas. En el ámbito estatal, la etapa coincide con el ocaso de la legitimidad y las herencias de la Transición política. En el mapa cultural, lo hace con la nueva política de promoción de eventos conmemorativos y expansión urbanística, que desemboca en la proliferación de nuevos museos en todo el territorio español. Es también el momento de una generación de artistas que comenzó a trabajar en los años setenta con nuevos formatos y materiales, como es el caso de Cristina Iglesias y Carmen Calvo, y un momento en el que se produce la hibridación de las tradicionales categorías de los géneros artísticos en instalaciones de gran formato como las que realizan Chistian Boltanski, Tony Cragg, José Antonio Orts o Gary Hill. Asimismo, se incorpora en la abstracción finiseculares imaginarios imbuidos de crítica social que podemos observar en obras de Peter Halley, Helmut Federle, Ross Bleckner, Terry Winters, René Daniëls, Albert Oehlen o Juan Uslé, o discursos poscoloniales en la obra de Lothar Baumgarten. Los años noventa son también la década de los inicios de las políticas de género y otras muchas manifestaciones no hegemónicas a las que la institución, a través de su colección y sus exposiciones, se hace permeable. Destacan las obras de Berta Álvarez Cáccamo, Ana Teresa Ortega, Helena Almeida, Maribel Doménech, Pepe Espaliú, Ricardo Cotanda, Jesús Martínez Oliva, Carmen Navarrete, Azucena Vieites o Victoria Civera.

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2002-2021: Formas de lo contemporáneo

El último de los periodos históricos, el que más se vincula con nuestro presente, ofrece una serie de líneas de fuga sobre proyectos de prospección centrados en las primeras décadas del siglo XXI. En esa voluntad pueden abordarse los múltiples imaginarios de la revuelta, el fenómeno performativo de la protesta como escenario sociológico que remite, a su vez, a la iconografía del arte del siglo XIX y el XX. Las acciones e intervenciones sobre distintos contextos pueden ser integradas en horizontes relativos a los activismos feministas y queer con artistas como Miguel Benlloch, Zanele Muholi, Cabello/Carceller, Laurie Simmons, Ahlam Shibli, Humberto Rivas, Gillian Wearing, Martha Rosler, Dora García o Francesc Ruiz, así como en los conflictos de una globalización desigual y atravesada por las nuevas formas de comunicación, como nos muestran los artistas Rogelio López Cuenca o Nadia Benchallal. En la misma lógica, desde el plano historiográfico, otro de los ámbitos prioritarios en este eje cronológico será la nueva conciencia de la crisis como fenómeno global. En ese sentido, una serie de artistas procedentes del entorno del mundo árabe, como Mona Hatoum, Zineb Sedira, Rula Halawani, Yto Barrada, Taysir Batniji, Bouchra Khalili, Mohamed Bourouissa o Joana Hadjitthomas y Khalil Joreige nos pueden dar claves sobre esa crisis global que se extiende en el tiempo y en diversos contextos. Lo contemporáneo se presenta ya como un arte posconceptual, abierto en sus significados, que recupera el documento, la narración y las prácticas del cuerpo a través de la performance y la palabra en artistas como Ludovica Carbotta, Guillermo Ros, June Crespo, Jorge Peris, Teresa Lanceta o Lola Lasurt.

El discurso medioambiental y ecológico aparece en autores como Cecilia Vicuña o Asunción Molinos Gordo. Del mismo modo, se manifiesta un renovado impulso de la narración mediante el dibujo y la historia gráfica, como muestran las series de Xisco Mensua, Ceija Stojka y Anna Boghiguian, o los cómics de Ana Penyas o Paco Roca en la colección del IVAM, que se suman a los históricos realizados por Equipo Crónica, Equipo Realidad, o por uno de los pioneros de la llamada Escuela valenciana, Miguel Calatayud.

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Exposiciones de colección