Giorgio Morandi

Exposición Antológica

Exposición

Patrocina: Fundació Bancaixa A través de casi ciento cuarenta obras, principalmente óleos y también veinte dibujos, veintidos acuarelas y treinta grabados, esta exposición ofrece un completo recorrido por la trayectoria artística de Morandi, un pintor poco conocido por el gran público pero cuya obra sobresale por su gran calidad y por su alto grado de refinamiento. La exposición en el IVAM Centre Julio González incluye los grabados de Morandi que se exhibieron en el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia simultáneamente a la exposición en el Museo Thyssen-Bornemisza. Con motivo de la exposición se ha editado un catálogo en el que se reproducen todas las obras presentes en la muestra e incluye ensayos de diversos especialistas. Además de los tres comisarios de la exposición, Marilena Pasquali, Tomàs Llorens y Juan Manuel Bonet, se publican textos de los historiadores José Francisco Yvars y Juan Carrete Parrondo y de los pintores Albert Ràfols-Casamada y Avigdor Arikha. Nacido en Bolonia, ciudad en la que transcurrió toda su vida artística, Giorgio Morandi (1890-1964) es un artista intemporal, con un lenguaje totalmente personal en el que ha quedado reflejado como en muy pocos la esencia de la modernidad. Aunque se trate de un pintor aislado, que no puede enmarcarse en ninguno de los grandes movimientos del arte contemporáneo, su obra ilustra de un modo muy claro las ideas fundamentales para entender la historia del arte del siglo XX. Formado en la Academia de Bellas Artes de su ciudad, en una época en la que el Futurismo reina en la escena artística, los años 1910 y 1911 fueron fundamentales para la formación del joven artista que fue delimitando y profundizando la esfera de sus intereses. Los años posteriores fueron de trabajo y reflexión. Tras beber de las fuentes del cubismo, principalmente de Cézanne, y sentir especial admiración por el pintor Henri Rousseau, cuya obra considera una percepción directa de la realidad, entre 1918 y 1919 Morandi producirá un reducido número de naturalezas muertas, con objetos enigmáticos yuxtapuestos, influidos por las pinturas metafísicas de De Chirico y Carrà que Morandi había visto reproducidas en la revista La Raccolta. Hacia finales de 1919 se distanció del grupo y se concentró en la esencia formal de las cosas, imbuyendo los objetos de sus naturalezas muertas con una masa y volumen palpable, elaborando un estilo propio e inconfundible, que nunca abandonaría y que se caracteriza por un lenguaje pictórico de gran pureza y elegancia.. Aunque participó en las exhibiciones Novecento de 1926 y 1929, no se adscribió a los cánones de monumentalidad y nacionalismo, promovidos por la crítica milanesa Margherita Sarfatti. Morandi siempre trabajó dentro de una pintura figurativa, fundamentalmente bodegones y, esporádicamente, algunos paisajes, que paulatinamente se fue haciendo más simbólica. En sus cuadros utilizó, casi exclusivamente, una gama de colores apagados que van desde el ocre y el rosa a los azules pálidos o grisáceos, pero ante todo destaca su magistral uso de la luz. La exposición se plantea como un recorrido cronológico a lo largo de su carrera artística. Se ofrece, en primer lugar, una pequeña muestra de esa primera etapa en la que se aproxima al lenguaje cubista y futurista -en torno a 1910-, con algunas obras especialmente seleccionadas para mostrar cómo en ellas se anuncia ya la particular sensibilidad que caracterizará su producción posterior. A continuación se presenta al Morandi metafísico: en los años de la Primera Guerra Mundial, el modernismo italiano evoluciona hacia el denominado arte metafísico, caracterizado por una pintura muy contenida y basada en la forma y, en algunos aspectos, próxima al mundo onírico del surrealismo. Morandi exagera y lleva hasta el extremo esa precisión de las formas que buscan los metafísicos, lo que confiere a sus cuadros un cierto aire arcaico. A partir de aquí la exposición presenta una completa selección de obras que ilustran el proceso de lenta maduración de su estilo. A partir de los años treinta y hasta su muerte en Bolonia, el 18 de junio de 1964, el rigor formal cedió paso a una mayor desnudez: su obra se encamina hacia la glosa, y los mismos objetos compondrían, de ahí en adelante, el universo de sus naturalezas muertas. Vasijas, botellas de largo cuello, copas y ensaladeras, frontalmente dispuestos sobre fondos lisos, sutilmente contorneados con un cierto esfumato, y pintados en colores pálidos -grises, azules, naranjas-, componen conjuntos fascinantes y silenciosos cuya repetición no hace sino reforzar su real y enigmática presencia. Aunque residió la mayor parte de su vida en Bolonia, su aislamiento fue relativo -recientemente ha quedado demostrado que estuvo siempre relacionado con los debates culturales y políticos de su tiempo-. Reconocido entre los artistas italianos más prestigiosos, su obra ha pasado a formar parte de numerosas colecciones y entre los museos que han dedicado exposiciones a su obra destacan: el Stedelijk Museum, Amsterdam (1972); la Galleria Nazionale d’Arte Moderna, Roma (1973); el Solomon R. Guggenheim Museum de New York (1983); el Musée Cantini, Marseille, Francia (1985); la Galleria Comunale d’Arte Moderna, Bolonia (1986). A través de este conjunto de obras, entre las que se incluye una sala dedicada a sus dibujos, acuarelas y grabados, se pretende poner de manifiesto la teoría artística de Morandi, la profundidad de sus planteamientos, así como el interés y la belleza de sus resultados. Sin abandonar nunca la figuración, Giorgio Morandi puede considerarse el más abstracto de su generación. Morandi trabajó también las técnicas del grabado y la acuarela a lo largo de toda su trayectoria artística, y es unánimemente reconocido como uno de los grandes grabadores del siglo XX. Los grabados de Morandi estarán también presentes en la selección de obras que se presenta en el IVAM Centre Julio González de Valencia a partir del 24 de septiembre.