Menchu Gal

Un espíritu libre

Exposición

Menchu Gal pintó bodegones, interiores, paisajes, retratos, pero tomara el camino que tomara siempre buscó reflejarse, tomar los pinceles y expresarse con ellos, como si sintiera que los colores, las texturas, fueran el alfabeto de su corazón. Si algo caracteriza a sus óleos es la no frialdad, la sensación de que detrás de cada pincelada la artista dejó un poco de sí misma, una suerte de energía positiva que continúa latente.  Habrá quienes al contemplar su Bahía nocturna se imaginarán dentro de la historia dibujada, soñadores en busca de la calma que siempre imponen las barcas varadas, la arena blanca, el arrullo sagrado del mar cuando apenas se perciben otros ruidos. Habrá quienes al asomarse a su Acantilado percibirán la pesadilla de los abismos, el vértigo de lo abrupto. Y también quienes quieran atravesar El puente, llegar al fondo del misterio que se oculta tras la serenidad y el equilibrio de la escena. Menchu Gal plasma el repetido milagro de la vendimia, sobrevuela azoteas, se extasía ante los atardeceres, se adentra, nos adentra, en el “gran bosque” de los cuentos, ese en el que todo es posible, y es capaz de obligarnos a contar las nubes y a deleitarnos con los distintos tonos de la tierra en su maravillosa Abstracción paisajística. Sus geografías más interiorizadas, las que arrancan del sólido tronco del árbol de su infancia, son las del Norte, panoramas de Irún, Fuenterrabía, Baztán, Elizondo, Bidasoa, San Juan, el Cantábrico y esos montes escuetos y verde mojado que definen el mapa de sus vivencias, pero también alarga las ramas de su afectividad hacia los parajes de Castilla, llenando de franjas de alegres colores unas llanuras recostadas que invitan a la expansión del espíritu. Hay composiciones tradicionales como Plaza del Ensanche  (Irún), Fuenterrabía, o Paisaje castellano VI, pero también estallidos de libertad y de sutileza que marcan su sello personal como Bodegón con sandía y otros objetos o  Pueblo II,  donde nos introduce nuevamente, como en el bosque, en parajes de cuento infantil. En el trayecto nos encontramos también con composiciones cercanas a lo “naif”, caso de Bodegón con pajarito o Bodegón con figuras y tulipanes, fechadas en la última etapa de su vida, y que pueden leerse como una vuelta a la infancia, como una reivindicación de la  inocencia. El camino no es monótono, varía, se renueva, cambia y se bifurca en múltiples senderos como la obra de Menchu Gal.